La Historia
de la moneda
Tomada
de la revista "Conocer y coleccionar Monedas y Billetes de todo el
mundo" La cual no indica derechos de autor
Aunque
son numerosos los estudios e hipótesis acerca de
quién haya «inventado»
la moneda, nadie ha acertado todavía a dar una respuesta definitiva.
Naturalmente, la primacía de un sistema de intercambio tan difundido,
que ha promovido contactos, relaciones comerciales y circulación de ideas entre
los pueblos,
es objeto de debates y se presta a la creación de leyendas y mitos. Muchos
hacen remontar las primeras monedas
de
oro a Creso, rey de Lidia en el siglo VI a.c. La riqueza de Creso se ha hecho
legendaria, y la leyenda, como ocurre a menudo, contiene un fondo de verdad:
Lidia, una región de la actual Turquía asiática, se encuentra en una posición
privilegiada porque actúa como bisagra entre Oriente y Occidente. Además, es
muy rica en minas de oro, como recuerda Herodoto, gran historiador del siglo V
a.C.: «En cuanto a maravillas dignas de ser recordadas, Lidia no posee muchas
en comparacion con otros países, excepto las briznas de oro que provienen del
Tmolo,, (montañas de Anatolia). Otro
aspecto importante en apoyo de esta tesis es que Lidia tiene poco terreno
cultivable: sus habitantes se dedicaron muy pronto al comercio, primero en forma
e trueque, y luego según las diversas modalidades de intercambio que, como
veremos, constituyen la génesis de la moneda. Otros sostienen que la cuna de la moneda se halla en las
costas de Asia Menor, donde florecieron las primeras colonias griegas, tan
importantes en la mediación entre las culturas helénica y oriental.
También estas colonias, por lo demás fronterizas con Lidia,
desarrollaban intensos tráficos comerciales.
Más
allá de disquisiciones académicas sobre la zona exacta de nacimiento de la
moneda, queda de manifiesto, en cualquier caso, que la región de Asia Menor fue
el ámbito más idóneo para la creación y desarrollo de una forma de
intercambio práctica y ligera, capaz de promover relaciones tanto comerciales
como culturales de los pueblos asomados al Mediterráneo.
Los conocimientos actuales se basan en los hallazgos de monedas de electrón
(una aleación natural de oro y plata) principalmente en Éfeso, en la costa de
Asia Menor. Hoy se piensa que las primeras emisiones se efectuaron en
Oriente (siglo VII a.C.). Desde allí, el uso de la moneda se difundió a
Grecia.
Sistema
de Intercambio antes de la moneda
Si
la moneda no aparece hasta mediados del siglo VII a.C,, ¿cómo se realizaban
los intercambios con anterioridad? Podemos
sintetizar las diversas fases en tres puntos: 1) trueque; 2) moneda natural, y
3) instrumento de metal.
La
moneda es una invención relativamente reciente que ha simplificado muchísimo
la vida de los pueblos, pero no debemos pensar, habituados como estamos a su uso
insustituible, que la civilización no existía antes de que fuera introducido
este instrumento. ¿Cómo es posible llevar a cabo una transacción comercial
sin disponer de un bien que MIDIERA, el valor de otro bien?
De
nuevo es Herodoto quien nos explica las modalidades del trueque: los poseedores
de una determinada mercancía desembarcaban en un puerto, descargaban sus bienes
y luego se retiraban para demostrar que iban en son de paz.
Los naturales del lugar aparecían y mostraban aquello de lo que disponían
y que deseaban intercambiar, retirándose a su vez.
Los primeros mercaderes desembarcaban de nuevo y consideraban la oferta:
si les parecía adecuada, aceptaban el cambio; en caso contrario, retiraban
parte de sus bienes, haciendo de este modo una oferta en su opinión más
equitativa.
Este
tipo de intercambio podía aplicarse sólo al tráfico internacional y lo
practicaban pueblos habituados a viajar, como fenicios, griegos y cartagineses.
Pero esta clase de relaciones no agilizaba ni incentivaba el comercio
privado.
Puesto
que las estructuras sociales eran de subsistencia y no existía especialización
en el trabajo, los pequeños grupos podían vivir con cierta autosuficiencia;
pero cuando los hombres organizaron sus propias funciones y se dedicaron a una
sola actividad, el problema del «intercambio» se dejó sentir como algo grave
y decisivo: el metalúrgico poseía muchas herramientas, pero necesitaba los
vestidos del tejedor y la harina del molinero, los cuales a su vez, para vivir y
trabajar, debían procurarse las mercancías de los demás artesanos.
La
división del trabajo, el nacimiento de las economías agrarias y el progresivo
sedentarismo de los pueblos hicieron cada vez más urgente la necesidad de un
sistema de comercio válido y sencillo. Así,
pues, se buscó un medio aceptado por todos, a fin de dividir el intercambio en
dos tiempos y poder aligerar el tráfico. Se
trataba de escoger un producto de valor convenido, obteniendo de este modo una
especie de escala comparativa.
Esta
mercancía-muestra, llamada moneda natural podía ser extraordinariamente
variada, pero debía cumplir dos requisitos necesarios para desarrollar su función
de bien intermedio: unir utilidad y conveniencia, y ser abundante pero al mismo
tiempo preciada. La moneda natural
seguía en uso en tiempos recientes: hasta el siglo XIX, en Islandia el costo de
toda mercancía se establecía en pescado seco, y en Alaska, en pieles de
castor. Entre los pueblos
primitivos, aún en nuestros días hallamos monedas tan diversas como extrañas: esteras trenzadas
en las Nuevas Hébridas, semillas de cacao en México, arroz en
la India y el cauri, o concha de molusco (es muy conocida la Cypraea
moneta), de amplia difusión en todo el mundo.
Los pueblos de la antigüedad prefirieron el ganado, que presentaba la
indudable ventaja de gozar de aprecio y al mismo tiempo, de ser abundante, además
de muy útil.
El
descubrimeinto de los metales:
Seguiremos
trabajando pata ti,
vuelve
pronto